domingo, 30 de noviembre de 2014

Trabajo Práctico Final: Criminalización mediática

Nota Vinculada por Julieta Palazzesi

Criminalización mediática en la década del ’70: todos somos sospechosos

El 24 de marzo de 1976 a las 3:15 a.m. comenzó el sexto golpe de estado desde 1930 conducido por la Fuerzas Armadas- Todos los programas de radio estaban pendientes de cada movimiento que hiciera cualquier oficial y a las 3:21 de la madrugada ya era un hecho, los militares gobernaban otra vez al pueblo argentino.

A las pocas horas se estaban desmantelando todas las radios estatales comerciales y las dependientes del Servicio Oficial de Radiodifusión y la LRA y sus filiales. Mientras que las de radiodifusión argentina al exterior eran condenadas al anonimato. En ese mismo día, a las pocas horas de lo sucedido llegaron distintos comunicados a los medios de todo el país donde estaban los nombres de los “prohibidos” y de los sospechosos.

Desde ese día lo único que abundó en los estudios de radio, televisión y redacciones fueron censuras y cuidados en los mensajes, llamados de atención, levantamiento de programas, clausuras de emisoras, prohibiciones, temas y personas de las que por “órdenes superiores” no se podía hablar.

La Junta militar que tomó el poder en 1976 utilizó, de manera sistemática, los medios de comunicación como espacio de construcción de un discurso oficial que eliminara otras voces a través de la censura a medios o personas, hasta llegar al extremo de la detención, desaparición o exilio forzado de periodistas, intelectuales, artistas y trabajadores del ámbito de la cultura.

Se organizó lentamente hasta alcanzar una etapa de aceleración a partir de 1974, cuando, dentro del aparato represivo, dicho discurso tomó a su cargo lo que en el lenguaje de entonces dio en llamarse ‘guerra ideológica’: el espacio final donde a juicio de los militares y de sus apoyos civiles se generaba la ‘subversión’.

“En la década del ’70 el modelo a seguir tenía una fisonomía persecuta. Había una construcción teórica que era evitar la inserción o la dominación del enemigo común subversivo, guerrillero, terrorista. Colocaban un sujeto específico y había una acción apuntando a demonizarlo”, manifestó el abogado Norberto Olivares.

Desde el punto de vista cultural y político, podríamos diferenciar dos momentos del período 1976-1983. Por un lado, una primera etapa que abarca hasta 1980, en la cual se evidencian más crudamente la represión, la censura y las persecuciones. Luego encontramos una segunda etapa, que abarca los inicios de la década hasta 1983 y que incluye la guerra de Malvinas.

El primer período es visto como continuidad de una etapa previa, iniciada entre fines de 1974 y comienzos de 1975, donde la derecha peronista dominada por José López Rega toma parte en el gobierno de Isabel Perón. Es a partir de este momento que comienzan la violencia parapolicial y la violación de los derechos humanos. En esta etapa se puede analizar la actitud de muchos empresarios periodísticos argentinos, quienes, coherentes con sus propios intereses, apoyaron el golpe y optaron por no favorecer a las organizaciones “guerrilleras”, propiciando así la autocensura y la desinformación.

El 24 de marzo de 1977, a un año del golpe, el periodista Rodolfo Walsh publica su “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”, antes de ser secuestrado y desaparecido. En ella realiza un balance de ese primer año de gobierno, denunciando la censura de prensa y la persecución a intelectuales, la desaparición de personas y la miseria económica, entre otras atrocidades producidas por el gobierno de facto. Durante el campeonato mundial de fútbol de 1978, diversos organismos de derechos humanos denunciaban en el extranjero la desaparición de personas, mientras la gran mayoría de los medios gráficos de circulación masiva mencionó una campaña de desprestigio, defendiendo la imagen del país, aparentemente “atacada desde el extranjero”. El lema reproducido por varios medios era “Los argentinos somos derechos y humanos”.

“En el proceso militar no existía no solamente nada de lo que hoy existe sino que el Estado se había transformado en un Estado terrorista, por ende todo lo que no eran ellos era subversivo y como corresponde a una dominación de ese tipo, nunca definen las características del  subversivo porque si no acoto y lo que ellos no quería era acotar” dijo Alicia Acquarone, politóloga y docente en la Universidad Nacional de Rosario.

El subversivo podía ser tanto un joven estudiante, una persona que tenía barba como podía ser un representante o delegado sindical o simplemente una persona que tuviera alguna propiedad que a ellos le interesaba porque también el proceso militar no solo iba en contra de las ideas si no también iba atrás del capital.

“Los medios necesitan ver que el sistema democrático no funciona, que el gobierno no puede manejar la situación, que todo está perdido, que hay un desorden. Lo que existen son distintos sentidos de orden, pero ellos no pueden mostrar su sentido de orden porque las mayorías no concuerdan con su sentido de orden, lo único que les queda es crear la idea del desorden. Esto crea en el oyente la idea de que está todo perdido” agregó Acquarone. “La criminalización fue en el proceso, porque como ellos estaban en el poder, no podían decir que había un desorden”, finalizó.

En los meses previos al 24 de marzo de 1976, la propaganda mediática privada (medios gráficos sobre todo) preparaba a la población para la necesidad de un cambio drástico en el rumbo del país. La necesidad que tenían los grupos concentrados de la economía, de poner un punto y aparte en la historia del país, terminar con los sindicatos, las organizaciones de base, el Estado como regulador de la actividad económica, hizo que esa necesidad se realice, gracias al apoyo de los medios de comunicación. 

Principalmente los medios masivos, tomaron un rol protagónico, ayudando a crear en el imaginario colectivo la necesidad de la presencia de los militares en el país, demonizando a determinados sectores de la sociedad, calificándolos como subversivos y como el enemigo, que podían poner en peligro los planes que pretendían llevar adelante.


Fuentes informativas:
Entrevista a Alicia Acquarone, politóloga y docente en la Universidad Nacional de Rosario.

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